Luka Modric volvió a ponerse el traje de mago en Balaídos para adelantar al Real Madrid en el marcador. El futbolista croata fue el encargado de poner el 1-2 contra el Celta de Vigo y lo hizo con un disparo desde fuera del área. Recibió de Alaba en la izquierda, se fue metiendo hacia adentro, amagó, cargó el cañón de su pierna y la coló por la escuadra de la portería, superando además a un rival. Un golazo que era imposible, puesto que las posibilidades de éxito eran del 2,9%.
El croata volvió a dar cuenta de su espectacular calidad con una nueva maravilla. Con el equipo atascado de cara a puerta, Modric se encargó de resolver con una acción más que complicada. Agarró el balón, la aguantó en las proximidades del área, condujo buscando su opción y, cuando parecía que no había posibilidad alguna de pegarla, lo hizo.
Trató de meter la pierna Aidoo, pero no llegó. El disparo pasó por encima de Unai Núñez, que no pudo hacer nada por evitar que el balón fuese a portería. Y fue imposible para Marchesin, que vio como el balón acababa en el fondo de la red, sin que pudiera hacer nada. El balón hizo una parábola perfecta para desafiar a las matemáticas y acabar en gol.
En condiciones normales, de 100 intentos, tres acaban dentro de la red. Sin embargo, Modric supo cómo golpear para que a la primera acabase en gol. El Balón de Oro de 2018 sigue demostrando que por él no pasan los años. A sus 36 años sigue siendo una de las piezas fundamentales del Real Madrid. El liderazgo del croata queda patente en acciones decisivas como la del segundo gol, que encarriló el triunfo del equipo ante un Celta que estaba plantando cara.